>
The Maniac

Links

ProSueLo
Letreandolab
el cerebro reevolucion
wikipedia free
Link

Recent Posts

Archives

More

Put whatever you want here
Click Here

Credit

This layout was created by Anna. To request layouts or for help go visit her blog and leave a comment or email her.

martes
SEGUNDO PASAJE

Segundo pasaje
Ya eran tiempos del Eroniniv en las tierras del valle de Tseb donde vivíamos. Ese día terminaban los días de luz y el sol, en su girar por el embudo cielo de seis meses, no tardaría en llegar al cenit donde desaparecería. Nevets y yo sabíamos que la excesiva sombra no les viene bien a los de nuestra especie, así que pronto tendríamos que prepararnos para ir a la Gran Colmena, así llamábamos a las cuevas bajo la ciudad, donde nos resguardábamos para ocultarnos durante los seis meses de obscuridad que caracterizaban el Eroniniv.
Nadie sabía qué era lo que pasaba en el mundo exterior durante esa etapa del año. Los viejos contaban historias que desde niños, por la fascinación y la magia en las que envolvían sus relatos, lograban que la larga espera de seis meses pasara de manera más calmada y tranquila. También organizábamos bailes y festivales donde nuestra cultura, ciencia y conocimiento tomaba del brebaje de la inventiva y esperaba junto con nosotros para salir con nuevos bríos a saludar y recibir con ofrendas al nuevo sol del siguiente año.
Qué diferente el Norave con sus seis meses de la más pura luz donde todos pasábamos los días jugando y comiendo los frutos y las diversas delicias que nuestra madre Tuzaranale nos brindaba. Así era y transcurría nuestra vida año con año en esta bipolar estacionalidad de nuestro planeta, con seis meses de luz y otros seis de obscuridad.
Ese día salimos, como cada semana, a juntar las pocas hojas de los árboles que se habían caído y que ya empezaban a resplandecer. Resultaba increíble que toda esa energía que las hojas recibían del sol, con la que fotosintetizaban y generaban su alimento se les escapara ahora que la obscuridad lo empezaba a cubrir todo y que respondiera a simples leyes termodinámicas donde todo fluye de donde hay más a donde hay menos. Era impresionante el resplandor que producirían cuando la obscuridad lo cubriera todo, como cada año teníamos que asegurarnos que nuestra sombra fuera de tamaño adecuado para no morir, así como de tener las hojas suficientes para mantener nuestra sombra durante todos los seis meses de penumbra que nos esperaban.
Esta vez, mientras juntábamos las hojas, me puse a pensar qué era lo que pasaría. Hacía unos días las sombras habían empezado a hacerse más pequeñas porque el sol que estaba llegando ya al punto más alto del cielo y teníamos que apurarnos porque ya era el último día y el sol estaba apunto de caer por el cenit del embudo cielo. Esa ya era muy poca sombra, es decir demasiada energía, y empezábamos a perder el control sobre nosotros mismos. Era extraño, pero demasiada sombra nos ponía en un estado de autista tristeza y la falta de sombra nos ponía a reír, en ambos casos incontrolablemente, hasta perder el control y llegar a la muerte.

Como todos los años, una extraña sensación me dejaba sentir en el estómago un ligero cosquilleo que me invitaba a averiguar qué pasaría si me quedara afuera sin hacer nada para acabar con esta vida en la penumbra. Qué fácil sería quedarme ahí, pero ¿cuál sería mi forma de morir? ¿riendo o llorando? En el momento de la decisión al final he decidido vivir antes que reducir todo a una u otra. Quedándome con la vital posibilidad de las dos, como siempre, me apuré a recoger las hojas.
Cuando la sombra empieza a empequeñecer, unas cosquillas se dejan sentir y éstas crecen mientras la sombra desaparece hasta el punto en que las carcajadas no nos dejan hacer nada. Por eso debíamos apurarnos a juntar las hojas, antes de que la risa nos dejara ahí sin estar preparados para la absoluta sombra. Seguro si ésta nos caía sin tener aunque sea una hoja, brillarían nuestros cuerpos y resplandeceríamos para quedarnos sin sombra y caer sin vida. Sabíamos muy bien que los que alcanzaban a resistir esta etapa tenían la peor de las muertes, ya que cuando el sol cayera y todo se obscureciera, sus sombras, como las de todo alrededor, serían tan grandes que no podrían mas que morir solos de tristeza.
Corrimos y entramos en la cueva. Ya los demás habían preparado las instalaciones para los huertos, que debían estar correctamente techados con enramadas para que las legumbres y hortalizas pudiesen crecer con la luz de sus hermanas hojas. También ya estaban los frascos de auxilio que contenían la dosis mínima de luz para cualquier imprevisto que pudiéramos enfrentar. A lo lejos, mientras nos adentrábamos en el laberinto de corredores, pasillos y cuartos, se alcanzaba a escuchar que la música cobraba vida junto con los bailes de nuestros hermanos.

Corrimos hasta llegar al almacén y depositamos las hojas en los montones que debíamos cubrir con las frazadas, que por supuesto, debían ser del tamaño adecuado puesto que si se destaparan todas esas hojas guardadas producirían tal cantidad de luz que matarían de risa a cualquiera que pasara por ahí, así que todas estaban dispuestas en montones que proveían de suficiente luz pero no en demasía para poder trabajar la hoja, a la que en la etapa del Eroniniv le llamábamos hoja de la vida ya que nos brindaba tal dicha.
Corrimos, salimos del almacén y nos dirigimos por el gran pasillo de las nubes donde se generaba de forma natural el agua que nos proveía nuestra madre Tuzaranale y que era la suficiente para los seis meses que estaríamos ahí adentro. Todo era barullo y alboroto en el interior de la Gran Colmena, toda esta algarabía me traía recuerdos tan antiguos que podrían no haber sido míos sino de algún ancestro muy viejo, sin embargo lo alcanzaba a recordar y me producía suma alegría ya que las fiestas estaban ya corriendo y escondiéndose entre nosotros, causándonos risas y abrazos con los que todos reconfortábamos nuestra vida en las penumbras.
Por fin logramos pasar del pasillo de las nubes, que por cierto es muy, muy largo, y conecta a todos los andadores y salones y cuartos de la Gran Colmena, y así logramos entrar en el salón de reunión donde ya casi no se podía caminar. Ya todos estaban comiendo del gran festín y fumando de las hierbas y tomando de los destilados. La fiesta había empezado ya y una vez más, como todos los años, habíamos llegado tarde y los hermanos ya nos esperaban impacientes para comer.